A ver che, cómo te explico.

Que tenemos diez tipos de dólar, y no podemos comprar ninguno.

Pero que siempre, absolutamente siempre, hay un argentino dando la nota en cada rincón del mundo.

Que estamos más allá del bien y el mal, y a pesar de todas nuestras desgracias, fingimos demencia y seguimos adelante, probablemente, encima, con un meme que nos rescata de la locura triste y nos empuja, una vez más, a la locura desquiciada, incoherente y desobediente típica de esta Nación.

A ver che… cómo te hago entender.

Vamos con un ejemplo:

¿Vos viste el partido por la final del Mundo, Argentina vs. Francia?

Que te ponés contento, gritás, alardeás, hacés bromas, ¡DIOS, MEJOR PAÍS DEL MUNDO!… luego sufrís, tenés palpitaciones, crees que está todo acabado, pero pasa algo, ¡renace la esperanza!, se pudre todo, no das más, tomás mate llorando, apostás plata, perdés plata, rezás en tres idiomas y a cinco deidades, que incluyen al Gauchito Gil, alguna virgencita, un abuelo y a Gilda; prendés una vela, tirás cartas de tarot; revoleás las cartas de tarot, te arañás la cara, te tirás los pelos, maldecís, saltás, no querés ver pero mirás…y al final te sale bien?

Bueno, así es como vivimos.

Así es todo acá.

Así es la facultad, pagar la luz, abrir un negocio, discutir en el tránsito, o recategorizar en el monotributo.

Así es.

Cada.

Puto.

Día.

¡Es un país de mierda! Dirás.

¿Y es que sabes qué?

Sí, nuestras condiciones son tan inadecuadas, que nos agarramos a cualquier cosa potencial y damos hasta lo que no tenemos para que se dé.

Para nosotros, el desastre es tan inevitable, que en esta tierra no se acobarda ni se rinde nadie; acá solo quedamos valientes.

Este país “de mierda” es un mar inmenso, constante y perverso de oportunidades que se van, que se escapan; que naufraga todo el tiempo. Y nosotros somos corchos; jamás nos hundimos. Parece que sí, pero no.

Destacamos en cualquier lado que tenga presupuesto, porque aprendimos de la nada y sin nada.

Si vos nacés en la cara mala del mundo, aprendés a ver belleza en todo y si no la ves, la fabricás con alambre y cinta scotch.

Y vos dirás…¿che y que tiene de bueno? Esto es un quilombo.

Sí, pero es mí quilombo.

Es un quilombo, un país de mierda, pero tan grande, tan mágico, tan inexplicable, que los argentinos nacen donde quieren, y por eso estamos llenos de gringos, otros latinos, y ¿bangladesíes? que matarían por tener un DNI argentino.
Porque Argentina te toca o se te tira encima; no anda con chiquitas. No te pide permiso para meterse en tus venas y generarte una devoción tan trastornada que la peleás hasta la muerte.

Tan despelote es que no sabemos ni cuántos somos.
No sabemos cómo come tres cuartos de la población, o qué hace con la guita el otro pedazo.

Nos llevamos mal. Estamos partidos en dos mitades. Se nos ríen de nuestra economía, y a nosotros nos hace llorar.

Pero eso forma parte de una palabra única: ARGENTINIDAD.
Es un verbo, cuando ante la crítica o burla de un extranjero, le revoleás con tu mate, tu birome, tu bypass, tu huella digital, tu fútbol, tu música, tus medallas olímpicas, tus premios Nobel y tus mil climas, para que se calle la boca.

Es un sustantivo, cuando te faltan recursos y sacás adelante tu investigación, tu emprendimiento, tu paciente, con una argentineada.

Es una IDENTIDAD. Porque seremos lo que seamos, pero yo, argentino.

Si nos espera la derrota, jamás habremos ido a buscarla.

Si nos espera la grandeza, habremos dado todo por merecerla.

No…no me arrepiento de este amor, y mirá que me cuesta el corazón eh.

No me arrepiento de hablar un castellano con eses aspiradas, yeísmos y chés fuertes; porque de mi país sólo puedo hablar mal yo.

Si lo hacés vos, vas a reconocer mi acento sin dudarlo, defendiendo cualquier cosa que trates de bardear.

Pero si sos de afuera y venís con buena onda, vas a haber aprendido el castellano más divertido de todo el mundo.

El argentino no llega a fin de mes, pero para el país en todo estrato social para ver un partido de fútbol, ataviados con cualquier cosa celeste y blanca que termina siendo insignia; cualquier trapo que defenderemos a los gritos… o a las piñas.

Un partido de fútbol que parece que va a cambiarnos la vida pero no. O tal vez sí.

Porque el día después…

Este quilombo demente e incoherente sigue acá. Nosotros seguimos y seguiremos acá.
Llenos de problemas, escasos de justicia y plata, arañando salud y educación, pero armando el festejo futbolero más grande en la historia de la galaxia.

Seguirá todo, y afrontaremos todo, como siempre, pero con el pecho hinchado de habernos sabido grandes.

De habernos permitido ser felices a pesar de.

De haber sido capaces de sentir… de sentir amor por un país que te destruye el corazón.

El argentino es rebelión.

Es pasión.

Es canción.

Es salir a vivir o a pelear la vida, con tu bandera en el cielo. ¿Entendés eso? ¡tu bandera en el cielo!

Es felicidad, porque sí, somos sorprendentemente felices.

Es… Argentina, no lo entenderías.

Bah, no traten de entender.

Tienen que aprender.

Aprender a amar, los que se conforman con querer.

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